Maldita sea, ¡¡maldita sea!! Busque la llamada de emergencia y rápidamente teclee el número al que quería llamar.
—¡Ana! ¡Ana! —grité desesperada.
—¿Mireya? ¿De dónde me hablas? ¿Te cancelaron el vuelo? — la línea se quedó en silencio por unos segundos.— Mireya, son las cinco de la mañana y si me estás hablando porque no le pusieron vainilla a tu café y quieres que me pelee con el barista te juro que cuando regreses uno de tu preciados electrónicos estará tomando un baño…
—¡No! No, este no es mi celular. ¡¡¡No es!!!
—Márcate al celular y arregla las cosas. —dijo adormilada mi amiga.
—No estás entendiendo, ¡Mi princesa está perdida!
—Márcate y pide que te lo regresen.
—Ana, no estás entendiendo, es el dispositivo que voy a mostrar, tiene todos los mods y apps que voy a mostrar y el avión sale en quince minutos…
—Márcate y pide que te lo regresen
—¡No van a llegar! Quien quiera que la tenga no va a llegar.
—Por favor —dijo con suficiencia—, clónalo y ¡ya! Como si no pudieras.
—Ana, Arwen está protegida por mi nuevo escudo, solo se puede acceder a ella conectando el cable directamente o desde la VPN de mi casa…
—Ya pensarás en algo. Yo me voy a dormir otro rato. Que tengas buen viaje.
—¡Pero, Ana! ¡Arwen!
Pero ya me había colgado la muy maldita. Y lo peor del caso es que tiene razón. Tenemos que cambiar celulares y solo se puede iniciar el proceso si marco el número de Arwen. Estúpido mono en traje que tiro el vaso sobre mi pequeña bebé. Estúpida fiesta, estúpido todo.
Hacer una llamada telefónica es una de las cosas más difíciles del mundo. Bueno, al menos para mí lo es. Quedan diez minutos para abordar. Me armo de valor y presiono los botones de mi número telefónico.
—¿Bueno? —digo en tono bajo.
—¿Se te olvido algo hermosa? — me responde una voz masculina.
—¿Qué? —grito indignada—. No se me olvido nada, ¡tú tienes a mi bebé! — alzo la voz sin querer.
—¿Perdón? ¿Linda? No Lucy, ¿es Lucy? — dice el hombre, porque no suena a caballero. ¿Qué se puede esperar de un hombre si no sabe el nombre de su cita? Y digo cita en la más vaga de sus acepciones.
—No soy ninguna de esas chicas, soy la dueña del celular que tienes en la mano. ¿Me lo puedes traer al aeropuerto?
—¡Aeropuerto! ¿Qué horas son? —pregunta.
—Las 6.
—Si claro que puedo, que bueno que marcaste, gracias por despertarme. Si no es por ti… —dice esperando que yo complete la frase con mi nombre, pero no pienso hacerlo.— ¿Cómo te llamas?
—Mireya — respondo a regañadientes.
—Gracias Mireya, si no es por ti pierdo mi avión. —Escucho el ruido de fondo, supongo que se mueve por su casa arreglando cosas.— En cuanto llegue, te lo doy. Ya voy para allá.
—No, no estas entendiendo. Yo me voy en 5 minutos. No vas a llegar, tienes que mandármelo por paquetería en cuanto llegues aquí. —Se detienen los ruidos del otro lado.
—¿Me estas pidiendo que me quede sin teléfono?
—Arwen no te sirve para nada.
—¿Quién es Arwen?
—Mi teléfono.
—¿Tiene nombre?
—¡Claro! Por favor, la necesito para mañana a primera hora.
—Pues yo necesito mi teléfono dentro de 4 horas.
—No te puedo esperar.
—¿Qué se te ocurre entonces Mireya?
—¿En este momento? Nada. — La aeromoza llama mi grupo de abordaje.- Te llamo en dos horas. Cuida mucho a mi bebé.
Y colgué, tomando mi bolsa de mano y mis demás cosas para subir al avión.