Hay algo que me gusta de leer historias en los libros, o, en estos tiempos modernos, en el Internet: tienen un orden.
A través de doscientas, a veces cuatrocientas o más páginas, los escritores se encargan de enredarnos, de hacernos rabiar, llorar, fastidiarle la vida al protagonista de la historia, ponerle enemigos y traidores, intereses románticos y una meta en su vida. Un sinfín de estas situaciones, y otras más, han sido escritas y narradas, tanto así, que se afirma que ya todo está dicho. Con todo y esto, las aventuras de estas personas ficticias tienen un principio, un clímax y un desenlace. Y eso nos reconforta. Porque, más allá de escapar a un mundo inventado lleno de magia, o de desolación, o al espacio, escapamos a un lugar donde todo tiene un orden, una razón.
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