Una noche de piano

El peor día hasta ahora. Pésima junta de negocios, rodeada de inútiles, y para colmo se me ocurrió estrenar tacones. Mala elección. Al diablo todo a las 6 en punto. Decido caminar un poco en esta ciudad desconocida. Tal ve si estuviera en mi casa, mis amigas, mi familia, mi perro o tú me reconfortarían en este momento. Pero no es así, y que importa una ampolla más. Me topo con una puerta de madera que se ve pesada, tan pesada como me siento. Sin embargo, percibo levemente una notas de un piano. Decido entrar, porque creo que me vendría bien alguna bebida dulce con un poco de alcohol.
Es uno de esos bares con un pianito sobre una tarima a la que seguramente llaman escenario y del otro lado una maquina de Karaoke. Pero hoy, hoy hay alguien en el piano. Y  para mi gusto, que seguramente no es muy refinado porque la verdad no se mucho de música de piano, toca divinamente. Las notas empiezan a desalojar los horrores del día dentro de mi cabeza. Y me traen recuerdos de cosas que pasaron hace mucho, mucho tiempo y que me hacen feliz. Por fin llega mi bebida, sabrá dios que tendrá pero se ve muy mona de color rosa con una rodaja de naranja y una cereza.
De pronto, bajan las luces y sale ella. Una chica menudita en un elegante vestido rojo y unos tacones que me dieron vértigo solo de verlos. El pianista comienza a tocar la entrada y mi cabeza se lleno te ti. Las primeras estrofas sonaron extrañas a mis oídos y después comprendí que la chica estaba cantando en Japonés. Eso resolvió todas mis dudas de porque el lugar estaba casi vacío. Pero una vez que escuche su voz, poco me importo el idioma. Su canción me invadió la cabeza y el corazón. Y me recordó a ti. Ya lo había pensado, que cosas. Pero en ese momento todo eras tu. Todo. Y en mi japonés atropellado lo único que entendía en la canción era “Shinjite aisuru hito, Watashi no naka de kimi wa ikiru”. Y es que de verdad tu vives en mi.
Mientras ella coreaba un “la la la la la” yo recordaba todo lo bueno entre nosotros y me pregunte una y otra vez de donde había salido esta brillante idea de venir a trabajar a este lugar. Si, es verdad, es temporal. Pero ahora pienso que estaba huyendo. Tal vez de ti, no sé. La chica calló y el pianista comenzó con un solo de piano. Las notas llenaban el bar.   “Soba ni ite, aisuru hito”, quédate a mi lado, amor. Que voz, que canción. Y al final  “Ano hi kitto futari wa Ai ni fureta”, que en español quiere decir: Ese día, definitivamente, nos enamoramos. 
Los cuatro minutos mas hermosos de ese día. Tal vez cuando llegue a la casa te marque, tal vez te comente del bar o del piano. Tal vez este día haya valido la pena por estos 4 minutos. Definitivamente vendré aquí en el futuro a escuchar a la chaparrita cantar otra canción que me haga olvidar mis problemas. En otro martes, porque seguro que el viernes de Karaoke ni me aparezco por aquí.

Una dama y un caballero

En un día como cualquier otro, en una presentación publica como cualquier otra, llega una joven a formar parte de la presentación cultural. Pero para su pesar, todos los lugares estaban ocupados. Dio algunas vueltas, se asomo buscando un sitio y nada. Nada de nada. Por fin, decidió que su interés por el espectáculo era mayor que su inconformidad por no encontrar asiento y decidió quedarse aunque fuera parada.
A su lado un caballero la miraba con curiosidad. Había observado como busco un asiento por todo el lugar, y sus titubeos. También apreció el hecho de que la chica decidiera quedarse aunque fuera de pie, junto con otro puñado de gente. En un instante más, sus miradas se cruzaron, sonrieron y siguieron mirando a la concurrencia. Se acerco otra señora mayor con su pareja y decidieron quedarse de pie también. 
La chica comento en voz baja “Ya no hay caballeros en estos tiempos.” A lo que el caballero le respondió. “Si hay cabelleros señorita, lo que no hay son sillas”

Puente

¿Qué? Yo también me fui de puente. Nos vemos la otra semana y gracias por leerme. Saluditos y abrazos a mis dos lectores. Les dejo, una galletita.

Llueve

Aquí viene la lluvia de nuevo. Cae sobre mi cabeza como los recuerdos, como las emociones, como la esperanza. Y me doy cuenta de que aunque vas a mi lado, no somos lo que yo quisiera. Así que háblame como los amantes se hablan, caminemos como caminan los novios, bésame como se besan los enamorados. Pero no te lo digo, no puedo, simplemente aprieto tu mano.
Me miras, con esos grandes ojos color marrón e intuyes que algo se mueve en mi cabeza. La lluvia cae sobre mi como una tragedia, como un sentimiento nuevo, como la verdad.  Quiero seguir caminando así contigo, pero en tus ojos leo que no lo deseas más. Nos detenemos y mi deseo de saltar a lo desconocido contigo me domina, y me hace valiente. Tomo tu rostro en mis manos mientras caen las gotas de agua. “Miénteme.” susurro. “Caminemos como caminan los novios” acaricio tu mejilla, “háblame como si me quisieras…” cierras tus ojos para que yo no vea que no sientes lo mismo que yo. “Bésame como si me amaras”, por fin me animo a decir y cierro mis ojos por unos segundos. Los tuyos se abren de la impresión. Si lo haces, sabré que mientes, todo se ira al carajo, pero al menos así me quedare con este recuerdo, con la hermosa mentira bajo la lluvia. 
Titubeas y tomas mis manos para quitarlas te tus mejillas. Tal vez quieres ser todo un caballero y no aprovecharte de mi. Pero lo que yo mas quisiera es que me faltaras al respeto en este momento y te robaras todos lo besos que tengo para ti. Tal vez simplemente no sabes que hacer con lo que te dije. Ah, todo salió mal. Y antes de que me abandone el coraje, me acerco a tu oído y te digo en voz baja, bajo la lluvia “Bésame.”
Cierro los ojos con anticipación, y lo único que siento es que deja de llover, dejas de tomar mis manos, te alejas. Te vas. Tengo frío.