Matemática

No me gustaban. De hecho les tenía un resentimiento bastante grande ya que siempre fueron ocasión de vergüenza pública debido a que mis profesores tenían la errada idea de que pasarme al pizarrón de pronto me destaparía las entendederas. Después como que les agarré cariño porque el álgebra y la trigonometría parecían juegos. Despejar una variable, comprobar que una cosa es matemáticamente igual a otra, descubrir distancias entre dos puntos a partir de un ángulo. Me sentía detective, una detective matemática.

Y luego llego el. Un amigo, un romántico y un maestro de las matemáticas. Siendo la ingeniera que soy y él el hábil poeta matemático que era no tardo en seducirme. La primera vez me mando una nota que decía:

Graficame

sqrt(cos(x))*cos(200 x)+ sqrt(abs(x))-0.7)*(4-x*x)^0.01, sqrt(9-x^2), -sqrt(9-x^2) from -4.5 to 4.5

Su pequeña carta romántica me causo cierto problema, tuve que conseguir una calculadora para graficar eso que parecía una mezcla entre un círculo y un puñado de cosenos. Y resulto ser una gran sorpresa romántica. Después siguieron notas menos complicadas. En algunas ocasiones me llamaba su Jacobiano, y me escribía sobre la necesidad que tenía de mi en su vida vectorial. En otras me describía como el se convertía en una función y yo en otra, pero eran tan complejas que necesitaban la ayuda de una transformada, la que fuera, para llegar a un plano definido en la frecuencia de tal modo que ahí, y solo ahí las ecuaciones se volvían tan sencillas que no había complicación en sumarse, restarse, dividirse e incluso convulsionares  Sin embargo, y el gran problema siempre era que había que regresar al plano común y corriente donde nuestras actividades siempre tendrían esa parte compleja e irracional. Y entonces era cuando a mi me temblaban las rodillas. Porque extrañamente todo eso me hacia sentido, y me imaginaba como las lineas generadas por esas funciones bailaban, se tocaban y luego se separaban. Pero siempre encontraban un punto donde estaban en contacto.

Yo en mi torpeza nunca pude responderte propiamente una carta, nota o mensaje de esos. Me reía como las rubias tontas de la pantalla y bajaba mi cara y me tocaba el pelo nerviosa. Pero siempre quise decirle que si. Que su manera de ver el mundo era genial, que me hizo aprender y apreciar algo que no me gustaba tanto bajo una nueva luz, y que si me hubiera encantado fugarme con el a un plano definido por otras variables. Pero no paso, y extraño las cartas.

P.D. Tu no tienes que conseguir una calculadora. Puedes copiar y pegar la ecuación en el cuadro de búsqueda de Google 😉

Fangirl

¿Cómo puedo decir esto? Soy una mujer independiente, con carrera y culta, y he estado llorando como una chiquilla. Sólo quería que supieras que más que ningún otro de tus fans yo te querré por más de mil años. Pero nada sale, nada encaja y es el correo número un millón que borro.
¿Cómo puedo mostrarme indiferente? Déjame decirte que ya intente hacerlo, y no funciono. ¿Cómo podría? Si escucho tus palabras día y noche todos los días. Veo pedazos de ti en todo lo que hago, en toda la gente. Todas mis conversaciones terminan en ti, en tus palabras en tus acciones. A quien trato de engañar, no hay nadie más que tú. ¿Cómo podría amar a otro? Dime, explícame como dejar de quererte. Un tweet tuyo y lo demás pierde importancia. Hoy te extraño más que nunca.
Un café en un viernes normal como cualquier otro, sales con otra de esas mujeres pasajeras como siempre. Lo sé, te vi en la tele. Salías con ella de tu brazo. Llevo dos horas aquí y te veo no más de 10 minutos. No quiero gritar, ni mucho menos llorar. ¿Qué debo hacer? Acercarme y saludar. ¿Qué debo decir? ¿Por qué no nos casamos? Acompañado de un guiño pícaro. Mejor, tu eres todo lo que necesito, el aire que respiro, el techo sobre mi cabeza, la felicidad en mi vida…
A quien engaño, ni las miles de fotos en mi computadora, ni las horas que paso buscándote en la tele, en internet, ni el haber leído y escuchado todo lo que has hecho me dan la fuerza para pararme a saludarte. Suspiro, y mis ojos se llenan de agua. Levanto mi café discretamente, a tu salud. Te deseo toda la felicidad del mundo, aunque no sea conmigo. 
-¿Nos conocemos? -me preguntas.
-… 

Se terminó

El viento se siente frío. Recuerdo claramente como despeinaba tu pelo, tu rostro de perfil mientras hablabas, tus ojos al mirarme, tu mano y la mía… Perdona, no escuche bien lo que decías, así me he perdido tantas de tus palabras. Soy tan distraída.
Sabes que de verdad te quiero. Tos ojos están diferentes, me miras diferente. Y escondo mis lágrimas mientras lo que decías poco a poco traspasa mis pensamientos. Comienzo a comprender, y de algún modo ya lo sabía. ¿Cuándo fue que nos distanciamos? Algo dentro de mí lo vio venir, y a pesar del amor, del cariño, de las ganas, de nosotros, llegamos aquí. ¿En qué momento se separaron nuestros destinos? No sigas, mejor que esta sea una salida como cualquier otra, que termine como cualquier otra. Digamos: “Hasta luego”.
De verdad que hace frío. Creo que no podré sonreír sin ti, pero lo intento una última vez mientras suelto tu mano. Un adiós que se tropieza en mi boca, ni siquiera puedo hablar y hago un gesto torpe con mi mano mientras te vas. Me quedo parada en el mismo lugar donde siempre nos despedimos. Como en cualquier otra salida, sin embargo esta es totalmente diferente. Se terminó. Se terminó. El viento sopla de nuevo. Ahora que lo pienso, tal vez no soy la única que siente frío. De que me sirve pensar en esos detalles, ya es demasiado tarde.
“Significas tanto para mi”, “nunca quise hacerte daño”, “quiero protegerte”,”eres lo más importante”, “te quiero”, “no te vayas” ,”adiós”,  aún tengo tanto que decir pero no estas para escucharlo. Adiós. Ahora es que empiezo a llorar. Que fácil fue soltar tu mano, un acto de cobardía. ¿Por qué no me aferre a ella? No tengo el suficiente valor y ahora volver a tomarla entre la mía será imposible.
  ¿Qué es lo que se llevará el tiempo de esto? Tal vez ponga distancia y duela menos. ¿Me hará olvidar? Lo dudo. Tu recuerdo nunca perderá su color en mi memoria. Que torpe soy, ni siquiera puedo decir adiós propiamente. Se terminó.

Asesina serial


No lo hago apropósito. No salgo a buscar a las víctimas de mis actos. Ellas se acercan, ellos lo provocan. Es su culpa. Su culpa.

Cada vez que va a pasar lo puedo sentir, se acercan a mi sigilosamente, dando vueltas, haciendo pequeños ruidos molestos. Es desquisiante, es su culpa, de ellos, no mía.

Trato, cuando siento el impulso, trato de controlarlo. Pero siempre logran colmarme el plato, su aspecto, el ruido que hacen, la manera en que se mueven. Lo hacen para molestarme, y lo logran, cada vez lo logran y eso es lo que me hace levantarme llena de furia y buscar un arma. La que sea. Deben morir.

He platicado de esto con algunas amistades y me han sugerido que cuando los vea venir me quede muy quieta, o que me cambie de lugar, que los esquive, que cambie la situación con tal de evitar más asesinatos. Lo he intentado, claro que sí he tratado, pero siempre llega ese momento en el que tengo que decidir entre su vida o mi sanidad mental. Y aunque suene egoísta, prefiero mi sanidad mental.

Y es que la verdad, cada que se me acerca uno de ellos, siento sus mugrosas patitas recorriendo mi piel, como si miles de ellos se enfilarán hacia mi con la intención de subirse y picarme, o meterse bajo mi ropa. ¡Y no lo soporto! Por eso cualquier chancla o trapo es bueno para matar a esas malditas hormigas, arañas, cucarachas, mosquitos, moscas, escarabajos incluso la inocente catarina que me atrapa por sorpresa, todos, ¡todos deben morir!

Pequeña Megami paranoica

Hace muchos años tome una clasecilla durante mi maestría en la que nos enseñaban acerca de la seguridad informática. Sin duda fue una de mis clases favoritas, porque aprendí varias cosillas para hackear maquinas, todo con la seria intención de que al saber hace esas cosas también sabrías prevenir dichos ataques. 

 
Lo que no sé es si los profesores de esa clase estuvieran conscientes que aparte de esas técnicas y conocimientos también estaban creando un grupo de paranoicos.  Durante ese semestre fue lo peor, guardaba todo, encriptaba correos, borraba historiales de platicas en mensajeros instantaneos y del navegador, cerraba todo con llave y desconfiaba de mi sombra. Si bien es cierto que ya no encripto mi correspondencia, si quede con cierto miedo a soltar mis biometricas. Es decir, huellas digitales, escaneos de ojos (retina), pruebas de voz y escritura etc.  ¿Por qué? Pues porque son datos personalisisisimos que me identifican como persona y que solo deberían de tenerlos empresas de toda mi confianza como prueba de que soy yo. 
 
¿A donde voy con todo esto? Bueno es una anécdota para dar pie al pequeño detalle de que Lolita (ósea dolores, ósea la Secretaria de Administración Tributaria) me pidió todo y no me puedo negar porque sino lo hago no obtengo una firma electrónica y sin eso no puedo generar recibos y si no genero recibos no puedo cobrar mis honorarios por trabajar. Así que me tienen amarrada (por no decir de la cola, así como yo tengo a mi gato cuando no quiere venir conmigo). 
 
Y todos pensaran, pero que te preocupas si es una institución gubernamental. Transparente y responsable de tus datos personales. Si, es cierto ellos saben todo de mi, pero también son conocidos por vender bases de datos de los ciudadanos…. En fin, es solo una anécdota de la pequeña y paranoica Megami.